Google Glass y otros productos parecidos se están introduciendo entre nosotros. Antes que nos demos cuenta formarán parte de nuestras vidas, como ya lo hacen los teléfonos inteligentes o las tabletas. Llegado este punto, sería sensato ir un poco más allá del entusiasmo que la llegada de un nuevo gadget trae consigo, para empezar a interrogarnos sobre los potenciales efectos negativos que estos nuevos productos pueden producir. Hace pocos días, una mujer fue acusada en California de persona peligrosa cuando utilizaba la Google Glass mientras estaba conduciendo. En este caso, la mujer evitó la detención porque la policía no pudo demostrar que el aparato estuviera encendido.
Es también muy interesante hablar sobre los posibles problemas visuales que estos aparatos pueden generar. La Google Glass tiene un display situado en el campo visual del ojo derecho, ligeramente hacia arriba, que ofrece una experiencia visual similar a la de una pantalla de 25 pulgadas puesta a un par de metros de distancia (el audio es por conducción ósea, es decir, se transmite a través de los huesos craneales).
Aunque se trata de una nueva tecnología, ya existen desde hace unos años aplicaciones análogas (head-mounted displays, heads up displays, see through displays, etc.), que permiten explotar la potencia de un ordenador manteniendo plena libertad de movimientos.
Un artículo publicado por la revista en Forbes presenta algunos de los potenciales problemas creados por estas «gafas», que son más complejos, en un principio, que los problemas de cansancio ocular como consecuencia del uso prolongado de ordenadores o tablet, por ejemplo.
Según Sina Fateh, oftalmólogo y empresario que tiene unas treinta patentes desarroladas en el campo de los heads-up displays, el problema principal es que el cerebro del usuario del Google Glass va a recibir dos imágenes diferentes de los dos ojos, pudiendo causar rivalidad binocular. Por esta diferencia entre ambas imágenes el cerebro no puede completar la fusión y prefiere eliminar una de las dos.
Otro posible problema es el de las forías, la tendencia de los ojos a desviarse de una correcta alineación si los acostumbramos a no mirar al mismo objeto. El artículo también menciona las interferencias visuales, que se manifiestan cuando no es fácil distinguir dos objetos que se agregan, concepto que experimentamos cuando, por ejemplo, una ventana semitransparente se agrega a una imagen que estamos observando sobre la pantalla de un ordenador.
La autora del artículo también ha entrevistado a Eli Peli, profesor de Oftalmología en el Medical School de la Universidad de Harvard, que ha colaborado con Google en el desarrollo de la Google Glass. Obviamente, el profesor Peli ha utilizado palabras tranquilizadoras sobre este producto y sobre su impacto en la visión. Sin embargo, ha admitido también el riesgo de la rivalidad binocular, incluso siendo a su modo de ver reducido, no puede ser excluido completamente. Ha dicho además, que el riesgo de estrés muscular debería ser reducido, puesto que el usuario de la Google Glass mira sobre la lente de vez en cuando. En relación al riesgo de forías, éste, según el profesor Peli, es reducido ya que «el Google Glass está concebido para “micro-empleos”. Justamente éste es el problema: ¿Cualquier persona que adquiera la Google Glass o productos similares, los utilizará como debiera?
Existen dudas al respecto. Pensemos, por ejemplo, en las aplicaciones de gaming o videojuegos que indudablemente se desarrollarán para estos productos; ciertamente no estarán orientadas a los “micro-empleos”.
¿Pero quién lo explicará esto a los usuarios?
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